Centro de Interpretación Forte de San Damián

Ribadeo,
puerto corsario (s XVIII)

La ameaza exterior

Durante los siglos XVII y XVIII el sistema defensivo de Ribadeo estaba orientado a combatir especialmente a los piratas, corsarios, y a los enemigos tradicionales de la corona española, holandeses e ingleses.

La presencia corsaria, tanto nacional como extranjera, tiene su explicación en las extraordinarias características del puerto ribadense, lugar de abrigo natural, y en su localización dentro del gran itinerario marítimo que unía Europa do Norte con América.  José Cornide, en su descripción de la costa gallega, referiéndose a este puerto apunta: “es ancho, cómodo y capaz de reunir embarcaciones de todo género hasta navíos de setenta cañones”.

A esto hay que sumar los constantes enfrentamientos militares sostenidos por la corona española, lo que convierte la costa norte de Galicia en una zona de guerra, propicia para los corsarios en busca de botín.

La ocupación inglesa de 1719

La situación más grave se produce en 1719 cuando la villa es ocupada por los ingleses en el marco de las hostilidades entre España e Inglaterra después de la malograda expedición a Escocia planificada por Felipe V.

El 30 de agosto de 1719, llegan a Ribadeo, noticias referentes a que una escuadra enemiga hiciera dos desembarques en porto de Santoña, quemando algunos navíos de su Majestad y con el objeto de que non sucediese lo mismo con otros dos que se encontraban en el puerto local, acuerda el Concello, cubrir los puestos de Esteiro, Rinlo y Rio de Vilaselán, ordenando poner cuatro centinelas en cada uno y cincuenta hombres armados en el último, quedando el Castillo de San Damián a cargo del alcalde mayor, quien repartiría armas y munición, entre la población.

De poco sirvieron las precauciones y el 27 de septiembre entran en la ría tres barcos enemigos cañoneando el Fuerte de San Damián y el baluarte de la Atalaya. Ni la dotación de San Damián, ni los cañones asentados en la Atalaya son capaces de detener el asalto, produciéndose el posterior desembarco por parte de los ingleses.

Las condiciones que la armada inglesa impone a la vila de Ribadeo para no pasar a cuchilo a la población son demasiado onerosas: 2.000 doblones, 30 bueyes, 20 cabras e 12 pipas de vino. Al final, y después de muchas negociaciones, los ingleses se conformarán con 600 doblones para abandonar el puerto, además del vino y de algún que outro buey.

Desembarco inglés en Vigo en 1719

Corsarios en Ribadeo

En el puerto ribadense tenemos referencias de la llegada de presas del corso desde 1741. En un primer momento serán corsarios vascos los que utilizarán el embarcadero local como base para sus actividades, para pouco después, comenzar a tener constancia de la presencia de corsarios ribadenses.

Se trata de vecinos y comerciantes ricos de la villa con capacidad para armar un barco con cañones, que emplearán, bajo patente de corso, para atacar barcos enemigos.

La actividad corsaria se entendía como una actividad lucrativa, donde invertir caudales y créditos en espera de la obtención del máximo beneficio. La elevada cuantía de las ganancias se justificaba por los grandes riesgos inherentes a la tarea. Basicamente, un corsario era aquella persona, o buque, que tenía en posesión una de las llamadas «patentes de corso» que otorgaba a su portador la licencia de hacer el corso. O lo que es lo mismo: atacar y apresar a los buques mercantes del enemigo, aunque también de guerra se podían. El corsario llevaba entonces una parte del dinero obtenido por la venta del botín o del buque apresado, siendo otra parte el beneficio que llevaba la Hacienda del país del corsario.

El paquebote Nuestra Señora del Carmen (1744), la galera Nuestra Señora de la Portería y Animas (1744) o La Casualidad (1798) serán algunos de los barcos empleados en el corso para apresar y conducir a Ribadeo varios navíos ingleses y holandeses cargados de aceite, vino, carne o fruta.

La reedificación del Fuerte

Destruído en 1719 durante el ataque inglés a la villa, el Fuerte de San Damián será reedificado en 1743 bajo la dirección de los ingenieros militares Juan Vergel y Arnold Hontabat.

Las obras se desarrollan “a toda prisa” por orden real, comenzadas en agosto de 1743, finalizan en noviembre de este año alcanzando un coste de 6742 reales costeados entre la Hacienda Real, la Provincia y el propio Concello.

José Cornide en su “Descripción circunstanciada de la costa de Galicia y raya por donde confina con el inmediato Reino de Portugal” de 1764 los describe de la siguiente forma:

“Es de figura circular, antiguo y sin foso ni cuartel para la tropa por ser reducido su recinto. Tiene siete u ocho cañones de hierro montados hacia el mar y varias troneras para fusilería. Su guarnición la componen veinte hombres y un oficial que envían de praza da Coruña y se muda cada cuatro meses.

No tiene cuartel, y la tropa se pone en una casa inmediata. Es capaz de contener en caso de necesidad en su recinto 150 hombres.”

La población de la época dejaría constancia de su lamento por no haberse realizado estas obras de mejora en la fortificación 25 años antes, en clara referencia al episodio de la ocupación inglesa y la insuficiencia mostrada por las defensas de la villa para rechazar el ataque extranjero.

Años más tarde, en 1763 el Fuerte va a ser completamente reformado y ampliado, segundo diseño del prestigioso ingeniero militar Francisco Llovet, alcanzando  el trazado que conserva en la actualidad.

Francisco Llovet (1705 – 1785) es destinado a Galicia como ingeniero en jefe y teniente coronel en 1750. Establecido en Galicia, hasta 1764, desarrolla una intensa labor levantando numerosos proyectos, planos y mapas de sus rías y puertos, así como de las fortificaciones del reino. Especialmente importantes serán los relacionados con el Real Arsenal de Ferrol y las fortificaciones de la Pescadería en A Coruña.

Las obras de ampliación de San Damián serán proyectadas conforme a lo ordenado por el Capitán General del Reino de Galicia, Carlos Francisco de Croix, Marqués de la Croix a petición del gobernador del fuerte, dando una muestra de la importancia que Ribadeo, y concretamente su fortificación tenían para la corona y la defensa del reino.

Se planea un castillo o batería de figura triangular, cerrada por las costas con un muro simple aspillerado, y dotado de un foso de diez pies de ancho y nueve de profundidad.

En su interior, se proyecta un repuesto de pólvora cubierto de bóveda y unas dependencias con capacidad para alojar a 2 oficiales y 60 hombres. La fortificación estaba dotada con 10 cañones, 5 cañones de a 48 t 5 de a 46 repartidos por catorce troneras.

En el mapa del Reino de Galicia elaborado por el ingeniero militar Feliciano Míguez en ese mismo año de 1763, el Fuerte de San Damián aparece incluído entre las plazas y fortalezas más principales de la Costa y Rías del Reino de Galicia. En el se hace constar que de entre los castillos y fortalezas situados en la parte norte de la costa gallega solo se encuentran en buen estado la Batería de Cedeira, y el Castillo de San Damián.

Entre 1768 y 1769 se realizan pequeñas obras dirigidas por Clemente Haedo (1768) y Baltasar Ricaud (1769) que acabarán de conformar el actual espacio que llega hasta nosotros.

Estas obras incluyen entre otras la construcción de la vivenda del gobernador del castillo, el aumento de la superficie de las cocinas, una nueva distribución del espacio destinado a las cuadras o nuevas habitaciones para los oficiales del destacamento de infantería y artillería.